Y el libro en papel no
murió en 2018.
Publicado el 26 de
Octubre de 2018
Cuando la Feria de
Fráncfort despertó en
2018, el libro de papel
seguía ahí. Y no como el
recuerdo de un
dinosaurio, sino en el
centro del sector. En
2008, una macroencuesta
de la organización entre
mil editores de 30
países marcó 2018 como
el momento en que el
libro electrónico
superaría en volumen al
negocio tradicional. Así
tituló este diario,
recogiendo la conclusión
del informe, a cinco
columnas:
El libro digital ganará
al papel en 10 años.
Y no. El futuro ya está
aquí y la profecía no se
ha cumplido. Ni de
lejos. No solo lo que
parecía un ascenso
imparable se ha frenado
sino que, amén de ver
hasta cierta
recuperación del papel,
habría dado signos de
leve retroceso en sus
tierras de promisión por
excelencia, EE UU e
Inglaterra.
Las movedizas cifras del
ebook muestran que
en los últimos cinco
años las ventas en EE UU
han caído un llamativo
10,8%, dejando su trozo
del pastel en un 23%. Un
estudio sobre 450
editoriales ya fijaba en
ese 10% el descenso solo
en 2017 respecto al año
anterior, si bien no
contabilizaba las
operaciones de Amazon,
que aseguraba que sus
ventas sí seguían
subiendo. En la Europa
continental, el ebook
nunca supera el 10% del
mercado. Alemania (un
8%) y Holanda (6,6%)
tiran de un asténico
sector: en España, un
5,1% según la Federación
de Gremios de Editores;
en Italia, un 4%; en
Francia, un 3,1%. Solo
Inglaterra alcanza los
dos dígitos: un 15%.
Tampoco grandes mercados
potenciales de otras
latitudes, como Brasil
(7%), dan mayores
alegrías.
En este contexto, el
sector más afín
al papel ha pasado al
contraataque. “El
ebook es un producto
estúpido; es lo mismo
que un libro impreso,
pero electrónico,
no es para nada
creativo”, se
descolgó en febrero
Arnaud Nourry, consejero
delegado de Hachette,
sexto conglomerado
editorial del mundo. “Ha
funcionado porque es
hasta un 40% más barato
que el de papel, pero
tenía un techo”,
sostiene. “El ebook no
ha mejorado la
experiencia lectora, no
ha aportado nada más
allá de la compra
inmediata, que es más
barato y que llevas
muchos libros en un
mínimo espacio”, añade
Carmen Ospina, directora
de marketing y
desarrollo de negocio de
Penguin Random House
Grupo Editorial. Los
estudios parecen darle
la razón: salvo en
Alemania, las ventas más
altas de ebooks son en
julio y diciembre,
fechas de vacaciones.
“El ebook va encontrando su
dimensión natural,
espacios y momentos; los
gadgets tecnológicos tampoco
han ayudado con grandes
innovaciones
para ampliar las
posibilidades del texto”,
apunta el analista del
sector y periodista Ed
Nawotka, que abre un foco
psicosocial: “Uno de cada
cuatro compradores de libros
en EE UU, que sube a un 37%
entre los 18 y 24 años,
declara que le gustaría
pasar menos tiempo
enganchado a dispositivos
digitales”.
A esta tesis se añadiría
“el valor simbólico del
libro físico. Lo vemos
en públicos como los
seguidores de youtubers
o los de poesía urbana,
que adquieren obras en
papel”, opina Jesús
Badenes, director
general de la División
de Librerías del Grupo
Planeta, que en la feria
de 2009, donde se
repitió el anuncio del
apocalipsis del papel,
pidió “flexibilidad a un
sector en turbulencias”.
“El ebook también te
roba esa parte de
mostrarte hacia afuera”,
dice Ospina.
“Me parece un recurso de
urgencia, por portabilidad, o un
tema de la ansiedad por tener lo
último, tan digital; la del
ebook es una lectura incompleta,
menos intensa; creo que muchos
lectores digitales acaban
volviendo al papel o
compaginándolo”, apunta el
editor de Tusquets, Juan Cerezo.
Cifras del pasado jueves lo
confirman: la mayoría de
lectores de ebooks en Inglaterra
este año (especialmente, hombres
entre 18 y 34 años) mantiene o
ha incrementado su compra en
papel. En el bastión de la
lectura digital europea, en 2016
el ebook cayó por vez primera en
siete años y el formato físico
repuntó ligeramente; en un
excepcional 2017, la facturación
de los libros de papel en
Inglaterra ha crecido un 5%.
Simbólica fue, en esa
línea, la decisión de la
cadena de librerías
inglesa Waterstones de
dejar de vender, en
2015, los Kindle, el
lector electrónico que
Amazon lanzó a finales
de 2007 y disparó a un
sector que crecía
exponencialmente en EE
UU, donde no empezó a
ralentizarse hasta 2013.
“La angustia por el
imparable poderío de lo
digital que
representaban Amazon,
Google, Facebook o Apple
también jugó una mala
pasada al sector”,
sostiene Ospina. “Había
y hay miedo entre los
editores porque, en el
fondo, ellos no
controlan
la distribución del
ebook”, añade
Nawotka. “La sensación
es que el libro no deja
de ser un cebo para que
estas empresas obtengan
tus datos y te vendan
otras cosas”, desconfía
Cerezo, si bien admite
que “ya no hay quien no
digitalice y lance una
novedad en librería
física y en digital”. Y
cita la versión
electrónica de Patria,
de Fernando Aramburu,
con 80.000 descargas:
“Ha roto techo en
formato digital”.
Guerra de cifras
A cifras como esa se
agarra el fundador de la
consultoría Dosdoce,
Javier Celaya, para
asegurar que “el
sorpasso digital ha
llegado, pero los
cálculos oficiales
ignoran
los datos de apps,
el streaming o la
autoedición”. Cruzando
los números de la
Federación de Gremios de
Editores y de las
plataformas Libranda
(con cifras de los dos
grandes grupos
editoriales, entre
otros) y Bookwire (350
sellos de España y
América Latina), Celaya
cree que lo digital
supone “un 11% y eso que
España tiene el
ebook más caro de
Europa”. Aunque
admite que no “hay una
gran experiencia
lectora” y que no ha
penetrado en todos los
sectores (ha triunfado
más la novela romántica
y policiaca), “en la
próxima década volverá
porque tecnológicamente
encajará mejor el
enriquecimiento de
contenidos”.
“El foco de las
ganancias está en los
libros impresos, pero un
editor hoy debe extender
su cartera digital con
ebooks, audiolibros e
incluso suscripciones y
plataformas en
streaming”, ha repetido
en esta feria el
prestigioso analista
Rüdiger Wischenbart. “Oí
hablar por vez primera
de los ebooks en Buenos
Aires en 2001 como de
algo inminente y como si
el editor de papel fuera
tonto”, recuerda el
fundador de Anagrama,
Jorge Herralde, desde su
estand. “Esto lo matará
otra cosa, no el ebook”.